“La enfermedad transforma a quienes eligen aceptarla con el corazón abierto al aprendizaje”.

 

A Malena Valenzuela le encanta la decoración, el bricolaje, la música y el mar. Confiesa que es “muy amiguera”, es la que se encarga de hacer los planes del fin de semana, de los días feriados, en fin, sacarle el jugo a la vida. Pero es que también es muy trabajadora, “jamás me quedo tranquila”, dice.

Tiene una maravillosa familia extendida que incluye a su esposo, desde hace 15 años, a sus padres, hermanos y sobrinos. “No tengo hijos en la tierra, pero sí tuve la bendición de estar embarazada, siento que tengo pequeños ángeles”.

En lo profesional se dedica al área de desarrollo de negocios en una multinacional.

En este mes dedicado a la prevención del cáncer de mama, Malena ha querido compartir la historia de su diagnóstico para ayudar a otras mujeres. 

¿Cómo te enteraste de tu diagnóstico?

Me diagnosticaron en 2022, pero mi historia comenzó antes. Durante siete años tuve un quiste al que le daba seguimiento; dejé de ir al médico durante la pandemia y, tras la pérdida de mi hermano, caí en una depresión que, según los médicos, pudo haber debilitado mi sistema inmunológico y activado el tumor.  Una noche, sentí una corriente de dolor en mi mama derecha y, al tocarme, descubrí algo nuevo, no me dejé llevar por el miedo, actué rápido, me hice un ultrasonido y, como me dijeron que necesitaban una mamografía, lo supe.  De allí vino todo el proceso de biopsia, el tumor crecía hasta que a los días me confirmaron.  Ese momento marcó el inicio de una batalla, pero también descubrí mi fuerza interior y aprendí que, incluso en la oscuridad, podemos encontrar la luz para seguir adelante.

¿Qué tipo de ayuda recibiste en ese momento?

En esos momentos difíciles, descubrí el poder del amor y el apoyo. Mi esposo, familia y amigos fueron mis pilares, brindándome fuerzas para enfocarme en mi recuperación. Sin ellos, este proceso no habría estado lleno de amor y esperanza. También me sorprendió la ayuda de personas que no conocía, de personas con quien no hablaba hace años. Comencé mi tratamiento en un hospital privado, luego en el Oncológico, enfrenté efectos secundarios y con ellos vinieron las dificultades financieras. Recibí apoyo solidario en actividades que realicé junto con mi familia, todo esto me dio las fuerzas para seguir adelante por medio de sus palabras, compañía y apoyo económico. Aprendí que, en los momentos más duros, un hombro nos salva.

¿De qué manera empezó a cambiar tu vida desde entonces?  

La enfermedad transforma a quienes eligen aceptarla con el corazón abierto al aprendizaje. Somos humanos y aún hay días difíciles, pero ahora veo la vida desde otra perspectiva. Priorizo lo que realmente importa: la salud, amar y disfrutar más tiempo con mi familia y amigos. Desde el diagnóstico, hay una alerta constante con cada control y vivir con esa incertidumbre es desafiante. Sin embargo, he aprendido a no dejar que el pánico me consuma y cada revisión es una oportunidad para seguir adelante. Hoy valoro más las pequeñas cosas sabiendo que muchas personas no han tenido mi oportunidad. He aprendido a enfrentar la adversidad con más objetividad, intentando vivir con más gratitud y alegría. No controlo lo que pasó, pero sí cómo vivir a partir de ahora, eligiendo hacerlo con propósito.

 

¿Qué recomiendas a quienes están pasando por una situación similar?

Les diría que es normal sentir miedo e incertidumbre, pero también es una oportunidad para descubrir la fortaleza que llevamos dentro. Permítanse sentir, llorar si lo necesitan, pero no dejen que esos sentimientos los definan. Sigan adelante, paso a paso. Rodéense de personas que los apoyen y no tengan miedo de pedir ayuda. Cada proceso es único y es importante vivirlo a su manera. Aunque no todo está bajo nuestro control, podemos elegir cómo enfrentarnos cada día. Nunca pierdan la fe en su capacidad de luchar. Habrá días duros, pero también de esperanza y alegría. El cáncer no define quiénes somos, es solo parte del camino. Mantengan la esperanza viva porque, cada pequeño avance, es una victoria.

 

¿Cuál fue el mayor reto que ha traído para ti este diagnóstico?

El mayor reto ha sido aprender a soltar el control. Aceptar que no podía manejarlo todo y que debía confiar en el proceso. Fue difícil, pero necesario. Además, enfrentar la incertidumbre día a día y mantener una actitud positiva, especialmente en los momentos más duros del tratamiento, el cual dejó secuelas, ha sido un desafío constante. Sin embargo, esta experiencia también me ha enseñado a valorar más el presente y a vivir con gratitud.