Por Maria Cano Fotografía Federico Galbraith
A los doce años, el nombre con el que la llamaban en la lista de asistencia escolar era María Gabriela Gnazzo, pero a esa misma, apenas empezó a formar parte de la escena artística nacional se convirtió en Gaby Gnazzo. Es el nombre que vemos como protagónico en los créditos de producciones cinematográficas panameñas como “Donaire y esplendor” (2017), “Todos cambiamos” (2019), y más recientemente “Cumpleañero” (2022).
A los 54 años recién cumplidos – “conociéndome, entendiéndome y aprendiendo a ser feliz” – Gaby acaba de terminar de filmar una cuarta película, “Panamá Al Brown”, cinta dirigida y Ricardo Aguilar y Manolito Rodríguez.
¿Dónde naciste?
Nací en el Uruguay, pero como buena hija de diplomático, al mes de nacida llegué a Panamá cuando mi papá fue enviado a esta ciudad por el Centro Interamericano de Administradores Tributarios (CIAT). Obviamente llegó y se enamoró. Mi mamá se enamoró aún más que él y lo demás ya es historia.
¿En qué parte de Panamá creciste?
Viví en diferentes barrios de la ciudad de Panamá.
Mi mamá es una mujer de avanzada con mucha visión y mi papá era un experto en economía. Ellos compraban propiedades a buenos precios y las restauraban. Luego de remodelada, vivíamos en ésta por un tiempo para luego comprar otra propiedad y hacer lo mismo. Fue por esto por lo que tuve diferentes infancias dependiendo del barrio en el que me encontraba en ese momento. Esto me permitió compartir con diversas personas. En cada barrio hacía nuevos grupos de amigos, cada uno con su propia idiosincrasia. A un grupo le gustaba jugar en la calle y a otro, por ejemplo, los juegos de mesa.
¿Qué añoras del Panamá de tu adolescencia?
Mi adolescencia fue una sin redes sociales, con 3 hermanas y un solo teléfono en la casa. Así que te podrás imaginar que para poder interactuar había que salir y “parkear” con los amigos. Extraño esa interacción, esa conexión teniendo que verles la cara a las personas.
Además, creo que Panamá en ese entonces era más segura. Recuerdo moverme por la ciudad a pie, en bici, bus o taxi y sin mayores preocupaciones.
¿Qué fue primero, la Gaby periodista o la Gaby rockera?
Te diría que primero fue la Gaby artista más que rockera. Entretener era y es mi sueño.
Cuando apenas tenía 12 años empecé a cantar en un grupo de música pop, creado por mí, llamado ELLAS, que estaba integrado únicamente por mujeres. Mi mamá era nuestra manager. En ese entonces existían grupos como Menudo y Los Chicos, que estaban integrados por hombres, pero no había grupos de solo mujeres. Grabamos un disco, le abrimos concierto a Menudo y tuvimos la oportunidad de irnos de gira por todo Panamá con Los Chicos. Fue una experiencia maravillosa.
El rock vino después, cuando a los 15 años, ya siendo solista, me invitaron a cantar en una actividad de la USMA. Ahí fue donde Juan Octavio Díaz, el bajista de PairADice, me vio y me ofreció audicionar pues se habían quedado sin vocalista. Así que audicioné, fui seleccionada y más de 30 años después, PairADice sigue siendo parte de mi vida. En un inicio era súper cómico porque la banda tocaba en discotecas y como yo aún era menor de edad, mi mamá tenía que ir conmigo a los toques.
El periodismo vino muchos después, cuando me tocó decidir qué quería hacer “cuando fuera grande”.
¿Cómo decidiste que querías ser periodista?
Mi papá, como buen economista, no entendía eso de ser artista y me dijo que debía tener una profesión como todas mis hermanas. Periodismo me acercaba a la televisión y quizá al mundo del entretenimiento.
Inicié la carrera de periodismo en la Universidad Nacional. Pero, debido a la situación política del país, los estudiantes salíamos a protestar con frecuencia y las clases no eran constantes, así que mi papá decidió pasarme a la USMA y como en ese entonces éstos no ofrecían la carrera de periodismo, me cambié a comunicación.
Mientras estaba en la Universidad Nacional, trabajaba en Telemetro en uno de sus departamentos técnicos revisando casetes de novelas. Aprovechando que estaba ahí y después de mucha insistencia, el director técnico de noticias me permitió hacer una prueba para presentar noticias.
No fui seleccionada por Telemetro, pero fue esta audición la que me permitió darme cuenta de que eso era algo que me interesaba hacer.
Poco tiempo después fui contratada por TVN para este mismo puesto. Esta experiencia, aunque corta, me dio exposición, me dio a conocer y me impulsó en mi carrera.
Al llegar a RPC, además de presentar las noticias, me involucré en el periodismo investigativo logrando producir reportajes especiales que fueron galardonados.
Pero la cosquilla del entretenimiento me seguía picando. Es entonces cuando TVN, que se encontraba en restructuración, me ofrecen un espacio para crear mi propio programa y así surge “De noche con Gaby Gnazzo”.
¿Qué recuerdos gratos guardas de cuando eras periodista?
Llevo en mi corazón el reportaje que realicé en la sala de quemados del Hospital del niño. Reportaje que ganó premio de la UNICEF. Me expuso a una realidad que no había conocido antes. Mi lado activista, que si bien es cierto había estado presente en todo lo que hacia, se exponenció con esta vivencia. Entendí en mi alma que TENÍA QUE HACER ALGO, que tenía que utilizar mis diversas plataformas para hacer llegar mensajes importantes y que tenía que romper con ese paradigma que decía que el periodista reporta y no se involucra. Porque, como persona, no podía mirar para otro lado.
¿Cómo se comportaba el público panameño con una figura de televisión en esa época?
Recibíamos muchas cartas y regalos, existían los clubes de fans y muchas veces nos esperaban fuera de los estudios para poder vernos y saludarnos. Pero como no había redes sociales, la manera en la que el público se podía enterar de la vida de los que éramos figuras de la televisión era en glosas o entrevistas de periódicos y/o TV o cuando nos encontraban en la calle. Ibas al supermercado, a la farmacia o a hacer cualquier diligencia y te seguían para poder saludarte. Quizá en la actualidad, las redes sociales llenan un poco más la necesidad del público de saber sobre nuestras vidas, pero en aquel entonces el espacio físico se nos veía más invadido. Siento que este fue uno de los motivos que me hizo decidir irme de Panamá.
¿Cómo adquiriste el amor por la música?
Todos los domingos mi papá nos despertaba con tangos. El tenía un amor muy especial por la música de su tierra. Este amor era tan grande que me influyó muchísimo.
¿Cómo llegó la actuación a tu vida?
Tenía solo 5 años cuando vi a mi mamá actuar en Señorita Julia, una obra de teatro que se estaba presentando en el Teatro Nacional. No podía cree que esa persona que estaba dominando ese escenario era la misma persona que vivía conmigo y que además era mi mamá.
Cuando salió a dar su saludo final, ver a las personas pararse y aplaudir marcó mi vida.
Nos podrías hablar de la influencia de tu mamá.
Mi mama se llama Sara Isabel Malán y mi amor por la actuación viene de ella. Fue fundadora del Teatro de Bolsillo. Pero, además de una gran artista, siempre ha sido una mujer muy interesada en la niñez. Creó grupos teatrales en diferentes escuelas de la ciudad y dirigió el teatro infantil del DEXA con fines pedagógicos y culturales.
¿Por qué te fuiste de Panamá durante una época?
Sentía que ya había hecho todo lo que podía acá en Panamá (periodismo, teatro, programas de TV, etc.). Como si mi cabeza ya hubiese tocado el techo. Necesitaba una pausa de lo que se me había vuelto predecible. Necesitaba nuevas experiencias.
¿Cómo creaste el Danceaton?
Al mudarme de Panamá me tomé un tiempo para recargar energías. Aproveché para inscribirme en un gimnasio del área, pero como no me gustaba ninguna de las clases, me iba a un salón vacío, ponía música y me ponía a bailar. Las otras personas que asistían al gimnasio me veían, una persona me preguntó que si se podía unir a lo que estaba haciendo porque se veía divertido.Al final del mes ya habían más de 60 personas. El dueño lo vio y me preguntó que si me interesaba dar clases.Así fue como con en un giro de destino retomé una de mis primeras pasiones, el baile y la coreografía. Así fue como nació DANCEATON.
Te hemos visto haciendo críticas sociales de forma muy contundente en las redes, ¿podríamos pensar que aspiras a un cargo de elección pública?
Es curioso como automáticamente se asume que alzar la voz y denunciar las cosas que no están bien son señales de interés en un cargo de elección pública y no una respuesta humana y lógica ante tanta injusticia y desigualdad.
Mientras no tengamos la sociedad que queremos y que debemos tener, NO podemos ser indiferentes. Si no nos cuestionamos y no denunciamos ¿cómo pretendemos solucionar los problemas que nos aquejan? ¿Cómo pensamos lograr una transformación de fondo? No aspiro a correr para ningún puesto político. Mi trabajo para impulsar la evolución hacia un mejor futuro desde la sociedad civil. Estoy segura de que existen personas mucho más capacitadas que yo para ocupar esos puestos de elección popular.Es más, aprovechando este espacio que me brindas, no estaría haciendo mi trabajo si no levanto mi voz acerca de la terrible problemática que nos asfixia a nosotras las mujeres y específicamente a todas esas niñas y adolescentes que diariamente son victimizadas por depredadores, la sociedad y el Estado cómplice, y son obligadas a ser madres. No puedo creer que sea necesario recordarnos esto en pleno 2022; pero por amor a lo que les sea sagrado ¡SON NIÑAS NO MADRES! ¡Ya basta!
Es impensable que en Panamá, con tantas necesidades y temas sin resolver como la carencia de educación sexual integral o la desigualdad al tener acceso a partos humanizados y saludables, se reactiven debates como el del Proyecto Ley 018 para crear un registro de los NO nacidos fallecidos en el vientre materno que, además de agudizar el dolor de la madre y la familia al sumarle más exigencias en el medio de su duelo, conlleva violaciones al ordenamiento jurídico y afecta el Registro Civil, entre muchas otras cosas. Si queremos cambio, tenemos que involucrarnos. Esto no es mágico. Nadie lo hará por nosotros.
Has protagonizado cuatro películas panameñas, ¿qué opinas del cine que se está haciendo en nuestro país?
Estamos creciendo, lentamente, pero creciendo. Quizá nos falta entender que el cine es un negocio que puede aportar plazas de trabajo e inyectar dinero a nuestra economía.Es un rubro al que no se le está dando la importancia que se merece.
¿Nos podrías conversar sobre tus dos últimas películas: “Cumpleañero” y “Panamá Al Brown”?
Tuve la suerte de poder participar como protagonista en dos maravillosas películas panameñas dirigidas por brillantes directores panameños, Arturo Montenegro (Cumpleañero) y Ricardo Aguilar y Manolito Rodríguez (Panamá Al Brown). Ambas películas con temas y estilos muy diferentes.
Para “Cumpleañero” filmamos por un mes en Pedasí y al hacerlo de esta manera, alejados de todo, pude experimentar una forma de trabajo más privada e íntima con el director y mis coprotagonistas.“Cumpleañero” es una película con un guion único, un elenco internacional de primera categoría y un director y guionista que admiro enormemente. La trama es muy fuerte. Trata sobre las decisiones que tomamos en la vida y el derecho que otros tienen o creen tener sobre estas decisiones. Se abre un debate interesante sobre si existen líneas que no se deben cruzar al tomar decisiones.
Filmar “Panamá Al Brown” fue un sueño hecho realidad. Era un papel que añoraba y no podía creer que me había ganado. La preparación para mi personaje como Madame Bijou fue difícil, tanto física como mentalmente, pero realmente gratificante. Me brindó la oportunidad de trabajar con un equipo de prodigiosos actores, directores, cinematógrafos y vestuaristas.
Llevar a la pantalla grande la historia de este magnánimo panameño al que nunca se le ha dado el puesto que se merece en el pódium nacional e internacional me llena de orgullo. Realmente creo que “Panamá Al Brown” va a marcar un antes y un después en materia de películas de época producidas en nuestro país.