El melasma es una dermatosis crónica y recidivante muy común. Se caracteriza por un exceso de pigmento en la piel (hiperpigmentación) en áreas que se encuentran más expuestas al sol. Se presenta principalmente en la cara (en ambos lados de la cara), observándose manchas de color café claro, oscuro o grisáceas.
Aunque tradicionalmente se consideraba erróneamente al melasma como un problema cosmético, está ampliamente demostrado el impacto negativo en la calidad de vida de quienes lo padecen.
El melasma se observa con mayor frecuencia en mujeres jóvenes sanas, durante el embarazo y en mujeres que toman anticonceptivos orales pero puede afectar a cualquier persona. El 10% de los casos ocurren en mujeres no embarazadas y en hombres.
Las personas que pasan mucho tiempo expuestas al sol tienen un mayor riesgo de melasma. Otros factores de riesgo incluyen los trastornos tiroideos autoinmunitarios y fármacos que provocan que algunas pieles sean más sensibles a los efectos de la luz solar.
En cuanto al diagnóstico del melasma, los dermatólogos lo realizamos mediante la exploración física, buscando manchas o parches generalmente de color marrón, se puede utilizar la dermatoscopia o la luz de wood (instrumentos que ayudan a confirmar el diagnóstico).
En cuanto al tratamiento para el melasma la meta será siempre reducir la intensidad y extensión de las manchas, mantener la mejoría y recuperar la calidad de vida. En la actualidad se cuentan con tratamientos que realiza el paciente en su casa y procedimientos que realiza el médico dermatólogo en el consultorio. Lo más importante es evitar la exposición solar, utilizar ropa o accesorios protectores, usar un fotoprotector de amplio espectro diariamente.
El médico prescribirá cremas despigmentantes, tratamientos con láser o quimio exfoliaciones (peelings) siempre dependiendo de el tipo de piel del paciente, cada tratamiento es individualizado.