Maximilian Davis explora la historia de Ferragamo con el ballet, celebrando su elegante expresión y encontrando nuevas armonías entre su propia historia y la del legado de la marca.
Imagina momentos íntimos, como el encuentro entre Salvatore Ferragamo y la bailarina y antropóloga Katherine Dunham; o a Rudolf Nureyev luciendo zapatos de ballet hechos a medida de Ferragamo en los años 80. Una zapato ajustándose meticulosamente a una mujer negra en la Florencia de mediados del siglo XX; la sexualidad liberada de un ícono radical. Instantáneas en el tiempo, ahora destiladas a su esencia. Libertad expresada a través de un guardarropa.
“He incorporado diferentes épocas históricas en mi trabajo, épocas que siento cercanas a mí y a mi herencia”, comenta Davis. “En Ferragamo, he buscado similitudes; la belleza de esta marca es que hay tantas historias diferentes con las que puedes conectar. Cada zapato tiene un significado. Cada zapato tiene una historia”.
A través del vocabulario visual de Ferragamo, el espíritu balletístico de distintas décadas se une. Los uniformes de práctica inspiran capas de cachemira y algodón que se ajustan como una segunda piel, mientras que la libertad de movimiento se materializa en siluetas voluminosas: abrigos de ópera y vestidos de paracaídas confeccionados en sedas, gamuzas y organza. El guardarropa de Nureyev de los años 80 influye en la sastrería holgada y sobredimensionada y en los trajes técnicos; el glamour de Dunham de mediados del siglo XX se manifiesta a través de bordados de lentejuelas, modernizados con un tratamiento de resina.