Por Ana Cano   Fotos cortesía DIAGEO

 

Antes de llegar a la cata convocada por Global Brands, importadores de Catena, El Enemigo, para medios de comunicación y personas del mundo vinícola en el fabuloso restaurante Azahar, Alejandro Vigil solo había estado en algunas playas panameñas y en el aeropuerto de Tocumen. Ahora estaba conociendo la ciudad, su ritmo, sus colores y olores. Confesó sentirse impresionado por la evolución de la gastronomía “que es muy fuerte, es un camino que han empezado y que se está desarrollando muy rápidamente, he ido a pocos lugares, pero todo con una identidad muy clara sobre el Caribe y con un mix de culturas, que es lo más bonito”.

Vino argentino

La materia de estudio de este ingeniero agrónomo es el vino, el vino argentino, un producto que ha evolucionado, ha crecido, conquistando territorios, enamorando paladares: “el vino argentino ha tenido un desarrollo muy interesante en los últimos 30 años, sobre todo hacia puertas adentro, por un entendimiento del lugar”. 

Todo este crecimiento ha sido paulatino: “Empezamos teniendo grandes marcas y esas marcas se fueron transformando en varietales y ahí aparece el Malbec y en los últimos tiempos hemos estado trabajando para ponerle apellido al Malbec: Malbec de tal zona, Malbec de tal otra”.

Argentina es una tierra privilegiada para el cultivo de la vid: “Hemos ido descubriendo que cada zona tiene una forma distinta para hacer y sin lugar a dudas esa mirada que nos lleva a probar un vino, que nos lleva a un paisaje es fundamental para entender la evolución del vino argentino en los últimos años.

Si bien el consumidor que va y compra una botella no lo siente en forma directa esta sensación a la que me refiero, nosotros la estamos reflejando, en gran medida este crecimiento, este impacto a nivel mundial tiene que ver con ese sentido de lugar”, señala Vigil, quien vive con su familia en La República de Chachingo, un pueblo ubicado en Mendoza, Argentina.

“Nuestro carácter inicial es que estamos en la montaña, somos gente de montaña y hemos empezado a respetar eso también que nos da en el vino y esa introspección, esa cercanía, y la mirada del desierto, que la belleza está en el detalle y no en la figura total y me parece que ahí estamos, ese es el camino”.

Llega el “Enemigo”

Trabajando por más de veinte años con una de las bodegas más prestigiosas de Argentina, Catena Zapata, surge El Enemigo Wines, una etiqueta que, para presentarse, utiliza una frase filosófica: “Al final del camino solo recuerdas una batalla, la que libraste contigo mismo, el verdadero enemigo: la batalla que te hizo único”.

El Enemigo Wines fue creado junto a Adrianna Catena, la hija menor de Nicolás Catena Zapata: “Nos llevó un tiempo entender hacia dónde queríamos llevar el concepto, la idea, y una vez que lo tuvimos claro qué queríamos, lo que sentíamos cada vez que estábamos frente a ese viñedo, largamos”.

Ya sabemos, vino y filosofía van de la mano: “Este vino es una introspección a nuestro pensamiento y a nuestra vida, no creemos que el vino sea un líquido, es nuestra vida, es un concepto, es nuestra forma de vida, es cómo nos desarrollamos como personas. De hecho, muchas veces es bonito ver pasar los vinos en el tiempo y vemos cómo llevan un camino parecido al nuestro, potente, afrutado, con el tiempo se vuelven más sutiles, sin tanto color, pero mucho más profundos”.

Sus vinos son mezclas perfectas que, para el conocedor, resultan misteriosos. 

Te gusta o no te gusta

Cuesta definir el ADN de un “Enemigo”: “Lo primero que tienes que hacer es decidir si te gusta o no y ese es el camino inicial y siempre tiene que ser así. Te puedo enseñar mil técnicas para degustar, probar, sentir, pero finalmente lo que vale, una vez que va a la boca, es si me gusta o no me gusta. Si no me gusta, buscaré otro vino que me guste. Eso es lo bonito de esta bebida culturosa, que hay una diversidad tan grande que seguro hay varios vinos que te gustan, pero tenés que descubrirlo y ese es el camino. 

Los vinos que tenemos con Adriana tienen mucho que ver con nuestra profundidad en el pensamiento crítico hacia el mundo y de ahí elaboramos los vinos, para nosotros tiene otro nivel de profundidad, pero para el que lo bebe tendría que ser solo me gusta o no me gusta”.

Las tendencias en el vino van con las del ser humano. “Si el vino está pegado a la cultura de ciertos lugares, va a ir evolucionando de acuerdo a la tendencia de la sociedad y uno lo va viendo: el vino es más liviano, mucho más fácil de beber, con un momento de consumo en cualquier instante, no es necesario ni siquiera comer; tenemos vinos que tienen mucho que ver con lo que nos está pasando en la evolución como sociedad, así que si el concepto de nuestro vino está arraigado en la cultura, vamos evolucionando en la misma dirección de nuestra sociedad”. 

Para Vigil no hay un solo momento perfecto para degustar un vino, pueden ser varios. “Hay momentos de mucha reflexión, junto a mi compañera, es un momento en el que puedo celebrar muchas cosas y descubrir muchas cosas, el vino te permite ponerte bastante transparente. Otro momento que disfruto mucho es con mis amigos, todos saben que en Argentina el tema de la amistad es un punto fundamental, es como el fútbol. Para nosotros son fundamentales esos momentos”.

Un propósito

La vida de Alejandro Vigil está regida por el vino: a los 14 años abandonó la escuela para unirse a una cooperativa vitivinícola, pero siguió estudiando en el turno nocturno, “para no molestar a su madre”, según vemos en su biografía oficial. A los 27 años se graduó como el mejor de su clase en ingeniería agronómica y se convirtió en jefe de la división de suelos del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) en su natal Argentina.

Ha sido el Enólogo Jefe de Bodega Catena Zapata desde 2002, recibiendo la primera puntuación de 100 puntos otorgada a un vino sudamericano por Robert Parker’s The Wine Advocate (CZ River Stones 2016), y la calificación más alta jamás dada a un Cabernet Franc puro (Gran Enemigo Gualtallary 2013). También tiene la primera puntuación de 100 puntos para un Chardonnay argentino de James Suckling (CZ White Bones 2018). Por todo esto es conocido como el “Messi de los vinos”. Es que se ha llevado todos los premios. Es un crack.