Para quienes disfrutan de la fórmula moda + romance + gente atractiva + glamuroso ambiente laboral en una gran urbe, la serie Emily en París da en el clavo y complace al público que por divertimento – y para mirar hacia otra parte en cuarentena – enciende Netflix para soltar una risa de vez en cuando frente al televisor, la computadora, el celular o donde sea que se conecte a esta plataforma de streaming.

Quienes han escarvado más allá – llámese los críticos televisivos y en especial los franceses – la han tildado de ser una comedia con argumentos ridículos y plagados de clichés. O de prejuicios sobre la idioscincracia francesa, específicamente la parisina, pero también sobre la estadounidense.
Ni para qué citar las críticas en contra, pero han sido publicadas en medios con la credibilidad y visibilidad suficientes para situarse en los primeros lugares del buscardor de Google.
¿Qué han dicho de esta serie? ¿Qué opinamos de este producto?

La mayoría de los diálogos hacen alución a la cultura y las costumbres tanto parisinas como estadounidenses y las referencias son tantas y a veces tan exageradas que hacen que la serie proyecte a los personajes como caricaturas en medio de situaciones improbables. Pero está bien, es ficción y no un documental, y así hay que verla.

Emily en París nos cuenta cómo esta chica veinteañera se traslada de su natal Chicago a París, por un año, para trabajar en una agencia de mercadeo de productos de lujo. Es la encargada de potenciar las redes sociales de los clientes porque claro, es una milenaria que no da un paso (ni se come un platillo ni se encuentra con una amiga) sin que lo registre en su Instagram y, por lo tanto, es una experta en el manejo de estas plataformas.
Emily llega a París pletórica de ambición profesional, dispuesta a “comerse el mundo”, a dar el todo por el todo en su trabajo, a destacar por sus ideas, a ser eficiente y productiva y se encuentra (¿o se estrella?) con un ritmo de trabajo laxo en el que la hora de entrada es hasta el final de la mañana, en el que nadie osa hablar de negocios en un evento nocturno (que se hace a propósito del trabajo) y en el que su jefa directa y otros colegas la consideran pueblerina y vulgar.


Interpretada por Lily Collins, a veces Emily nos parece hasta ingenua por la capacidad que tiene de aguantarse las groserías y desplantes de la super sofisticada de su jefa, Sylvie Grateau (Philippine Leroy-Beaulieu), una mujer que mezcla sin asco el negocio y el placer, todo lo contrario a la mentalidad de Emily quien separa férreamente, como niña buena, el mundo laboral del personal.


No me hubiese atrevido a decirlo en voz alta hasta cuando lo leí en Vogue: el vestuario de Emily no es el más acertado. Lo siento Patricia Field (la diseñadora de vestudario de esta serie y de Sex and the City). El alto nivel de producción con el que aparece cada día en la oficina (cuando el signo del buen gusto y la tendencia dictaminan el realce de lo natural), las combinaciones “arriesgadas” y la cantidad de accesorios se justificarían si lo que desean transmitir es la emoción de Emily por estar en París y su deseo de estar “a la altura” de una ciudad que literalmente le fascina.
Comparan esta serie con Sex and the City porque es del mismo creador, Darren Star, pero no pareciera que este producto extienda su éxito a las alturas alcanzadas por la serie protagonizada por Sarah Jessica Parker.
¿Que los franceses son amantes insaciables? ¿Que son infieles incorregibles? ¿Qué no dejan de coquetear ni por un segundo?
Si al principio Emily podría sonar como una mojigata, después descubrimos que tiene una doble moral (¿quién no?) porque no deja pasar la oportunidad de tener romance con al menos tres franceses, repartidas a lo largo de los diez capítulos. Es decir, es ambigua, es humana.
De frente critican la obstinada visión optimista de los estadounidenses donde toda historia debe tener un final feliz en contraposición a los franceses (europeos en general) que casi se vanaglorian de su pasado conflictivo y violento, de tener una visión trágica de la vida y apluaden con fuerza toda historia dramática que incluya muerte y dolor.
También critican la obesidad extendida que existe en Estados Unidos, pero igual de perjudicial para la salud debe ser preferir fumar en vez de comer.
Lo cierto es que la serie es una oda a la ciudad de la luz, la ciudad del amor, de la alta gastronomía y del buen beber.