Su identida fotográfica

Por Carmen Alemán

Retrato de Sandra Eleta por Philippe Arnoux

Conocí a Sandra Eleta cuando ella vivía en Nueva York en los años 70. Nuestra mutua pasión por las artes nos unió de inmediato. Yo estaba comenzando mis estudios de historia del arte en Smith College, y visitaba a menudo los museos de esa maravillosa ciudad. Poco podía imaginarme entonces que a través de los años mi destino sería ser galerista de grandes valores de las artes plásticas latinoamericanas. Sus series fotográficas incluyen: Las Campesinas, Panamá, 1978; Portobelo, Panamá, 1978-2010; La Servidumbre, España/Panamá, 1975-89; Emberá: Hijos del Río, Panamá 1998; Los Abuelos, Panamá 2001; Cuando Los Santos Bajan, Cuba, 2004; y Por Los Caminos de la Piel, Panamá, 2006.

“Cuando llegué a Portobelo en los años setenta,” nos dice la gran artista panameña de la fotografía, “empecé a fotografiar a las personas que resonaban más cerca de mí. Se podría decir que en este ensayo, mi vida y la fotografía se conjugaron. Para profundizar en sus almas me acerqué más a ellos, hasta que sus presencias, sus “auras,” se dejasen posar en mi lente. Como en una invitación a la danza, nos encontramos en un mismo ritmo, en una misma frecuencia, se podría decir también que en este ensayo, nació mi identidad fotográfica.”

Según el escrito de María Cristina Orive, “Sandra Eleta nos da una clave para comprender su obra: ‘Busco penetrar hasta donde sea posible en la intimidad del tema que trato; busco un diálogo más que una caza de momentos. Yo quiero captar el entorno invisible de mis temas,’ gusta decir. El tema preferido de la fotógrafa panameña es el ser humano. Lo retrata ataviado con toda su dignidad y riqueza interna, jamás vulnerable o indefenso. Esta actitud optimista marca su diferencia con otra fotógrafa que ella admira, Diane Arbus. La preocupación de ambas fotógrafas es mostrar la contradicción que puede haber entre la apariencia y la realidad, pero la han desarrollado en sentidos opuestos. La mirada de Sandra,” continúa Orive, “es vital, positiva, llena de cariño y gozo. Un afán por revelar la belleza de su gente la impulsa.”

En 2010, el Museo de Arte Contemporáneo presenta en septiembre/octubre una amplia retrospectiva fotográfica del trabajo de Sandra, titulada, “Sandra Eleta, una conexión con la vida.” La escogencia de sesenta imágenes que componen la retrospectiva de cuarenta años fue un trabajo realizado por Aurora Fierro Eleta. Correspondió finalmente a mi persona hablar como curadora sobre los largos años de trayectoria fotográfica de Sandra.

Y continúa siendo considerada en los centros especializados una de las grandes fotógrafas contemporáneas de América Latina. A mi criterio, Sandra es, también, una de las más vitales. Sus retratos en blanco y negro permanecerán en nuestras memorias como una obra particularmente lograda. Toda su creación nos interesa doblemente, porque nos encamina, además, hacia el descubrimiento de nuestra identidad y riqueza americana.

Al adquirir su último libro monográfico, “Sandra Eleta: El Entorno Invisible,” con textos de Mónica Kupfer, Graciela Iturbide y Fred Richthin, y gestionado por la fundación Casa Santa Ana, Sandra me escribe en la dedicatoria, “Carmen querida, gracias por acompañarme todos estos años, como galerista y como amiga, compartiendo momentos inolvidables.”

Sandra Eleta, ”¡Gloria, gloria! Domingo de Ramos,” de la serie Portobelo, 1977.

En las Aguas del Chagres” de la serie Emberá: hijos del Río. 1998.

Sandra Eleta, “Blasina, Mila y Fulvia”, de la serie: Las campesinas, c. 1976.

“Pajita, el pescador,” de la serie Portobelo, 1980.

Sandra Eleta, “Putulungo y Alma II,” de la serie Portobelo, 1977.

Sandra Eleta, “Pajarito” de la serie “Por los caminos de la piel”, S/F.