“Yo tengo 31 años, cuando mi hijo tenga mi edad se calcula que habrá más plásticos que peces en el mar y ese no es el mar en el que quiero que nade mi hijo, quiero que pueda ver los corales, conocer todos los tipos de tiburones y que pueda vivir y respirar aire puro; y sé que si no hacemos algo ya no va a ser el mismo mundo que le va a quedar a nuestros hijos y a nuestros nietos”. Esta es la declaración de principios de Nicole Vander Werf, fundadora de Trashforma, un emprendimiento que lidera junto a Lorenzo Valdés e Iván Rodríguez bajo la premisa de que todos podemos aportar a través del reciclaje en la ardua tarea de conservación del planeta.

Apasionada por los temas medio ambientales desde que estaba en la escuela, Nicole era la presidenta del club ambiental, del club de reciclaje y en el club de debate tuvo la idea de querer cambiar el mundo a nivel político (estudió Ciencias Políticas) porque soñaba con trabajar en alguna organización mundial dedicada a cuidar del medio ambiente. También estudió una maestría en Desarrollo Sostenible en Argentina, pero, cuando culminó la carrera, se dio cuenta de que la educación era la clave del cambio del comportamiento social.
Como había estudiado nutrición, se dedicó a la docencia por tres años, dándole clases a niños para que aprendieran a comer bien y a tener una buena relación con los alimentos. A los chicos más grandes les contaba cómo el sistema político nos afecta, afecta lo que comemos y nuestro estilo de vida, pero que, al educarnos podemos cambiar esto.

Reciclar, tarea difícil
Apenas graduada de la universidad empezó a trabajar en el negocio familiar (un restaurante), en la parte de Responsabilidad Social Empresarial. Entre las actividades que realizaban estaban la de llevar comida al banco de alimentos y jornadas de reciclaje. Haciendo esto se percató de lo difícil que era reciclar en Panamá. Hace cinco años no existía en el país una empresa formal que buscara todos los materiales: había una dedicada a reciclar vidrio, otra para latas y así con los demás materiales.
En ese momento le comentó a quienes serían sus socios que estaba interesada en hacer algo para que los restaurantes pudieran reciclar todos sus materiales de desecho. La idea era ponérselos fácil y hacerlo de manera formal, con una empresa debidamente establecida que realizara profesionalmente todos los procesos que implica reciclar.

Idea innovadora
El primer paso fue participar de una convocatoria realizada por la Secretaría Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación (SENACYT) para obtener un fondo destinado a la innovación en la gestión de residuos. Lo ganaron y ese fue el capital semilla para empezar el proyecto. “Eso nos ayudó un montón porque pudimos ir a México a capacitarnos en un taller artesanal para trabajar el vidrio”, explica Nicole. Este es uno de los materiales que más generan los restaurantes y también uno de los más difíciles para reciclar desde las casas. El vidrio es uno de los materiales estrella de esta iniciativa ambiental porque Trashforma (https://trashforma.com/) ofrece vasos, bandejas y próximamente jarrones fabricados con vidrio reciclado. Todos estos productos son realizados por las personas que reciben los servicios de REMAR, organización no gubernamental cuyo objetivo general es la rehabilitación, re-educación y capacitación de personas drogodependientes y adultos en condición de calle.

El proceso
Nos cuenta Nicole que las empresas panameñas que necesitan botellas de vidrio para envasar sus productos lo traen desde Costa Rica. Trashforma, que cuenta con 35 clientes (15 de los cuales son restaurantes) se encarga de recoger las botellas que se van a reciclar, incluso aquellas que tienen dispensadores de plástico o partes de metal (botellas de vino), las cuales requieren que se separen por color. Luego las trituran y las guardan hasta poder llenar un contenedor que es enviado a Costa Rica donde se fabricarán botellas nuevas que, eventualmente, regresarán a las industrias panameñas.
Ahora mismo están incursionando en el reciclaje de madera plástica (material fabricado a partir de plástico recuperado y que puede sustituir a la madera natural en algunos usos).

Pocos habitantes
“En Panamá es muy difícil el reciclaje porque somos muy poquitos y el material que se recoge es muy poco; además, muy pocas personas reciclan” y eso hace que se vuelvan nulas las posibilidades de que un inversionista establezca una planta procesadora de plástico o de vidrio y, por ende, todos estos materiales se tienen que importar haciendo que los productos se encarezcan.
Por todo esto, “las empresas recicladoras tienen que cobrar por ir a buscar los materiales y así poder costear la operación de reciclaje que implica que un camión busque los materiales, los procese y los importen. Para hacer las cosas de manera correcta y para que el esfuerzo de las personas que separan y lavan los materiales valga la pena, debe pasar por todo un proceso que cuesta tiempo, dinero y trabajo”.
El proceso de educar a las personas ha sido permanente. Los clientes de Trashforma (personal de las empresas o residentes de un edificio o barriada) reciben capacitaciones que ofrece la propia Nicole.
“Tenemos alianzas con restaurantes, marcas de licores, de vinos, con empresas que proveen a los restaurantes y ahí es donde ellos se reconocen como parte del problema”. Pero también de la solución, se podría añadir.
“Es responsabilidad de todos, al final es muy fácil mirar para otro lado. La solución depende de cada individuo. Reciclar en casa, por ejemplo. Nicole nos invita a elegir restaurantes que reciclen. Nos asegura que, después de escuchar sus capacitaciones, los asistentes dirán “yo puedo hacer una diferencia en mi día a día, no tengo que dejar de trabajar, limpiar una playa o vivir en otro mundo, sino que, desde donde estoy, lo puedo hacer separando y enjuagando los materiales”.

Rechazar
Además de las tres erres, reducir, reutilizar y reciclar, Nicole y su equipo han introducido una cuarta, que es rechazar y que, según esta emprendedora, es la más importante y la más difícil de realizar. “En este mundo de consumismo en el que vivimos en el que compramos y compramos, consumimos, gastamos, a veces rechazar es lo más difícil es no comprar. Por ejemplo, rechazar las bolsas en el supermercado o rechazar comprar algún producto que esté en oferta, simplemente porque no lo necesitamos y esto es lo más difícil porque vivimos en un mundo consumista en el que hay que tener el último modelo de celular y no entendemos que podemos vivir con menos porque lo que nos caracteriza no es lo que tenemos sino lo que llevamos por dentro y lo que hacemos por los demás y por el planeta”.