Por Dominic Ríos Fotos Federico Galbraith

Subestimada por su edad, sexo y religión, Flor Mizrachi es más que una
periodista; es una fuerza imparable en constante búsqueda de respuestas concretas ante las discrepancias sociopolíticas que vivimos en Panamá.
Ha sido demandada, amenazada y difamada, pero eso no paralizará
jamás su oficio por comunicar.

¿De dónde nace tu pasión por escudriñar los sucesos hasta llegar a la verdad de cada tema que investigas?
De la indecisión y el instinto, aunque desde siempre me ha gustado entender lo que veo y decir lo que pienso. Empecé a estudiar Estimulación Temprana y Orientación Familiar y, más rápido que ligero, me di cuenta que eso no era lo mío. Fui a la USMA, pedí la lista de carreras y empecé a tachar. Me quedaron Psicología, Arquitectura, Derecho y Comunicación Social. A todas les sigo teniendo el coco, pero sentí que en Comunicación me iría mejor. A los dos meses hice una práctica en La Prensa y de eso ya han pasado 18 años.

En Panamá prevalece el sexismo. ¿Cómo se da una mujer joven y asertiva a respetar en su oficio a pesar de comentarios estereotipos tales como “es que ella es una alzada”, “es una irrespetuosa” o “es una amargada”?
Más que por mujer, e incluso por judía, he sido subestimada por mi edad. Y sí, soy humana y tengo días en los que me afectan los insultos y difamaciones, porque más que comentarios y críticas, son eso. Pero por lo general elijo a quién quiero leer y escuchar. Sobre los comentarios que mencionas te diría que, si decidir usar mi voz es ser alzada, lo soy. Que si ser directa es ser irrespetuosa, lo soy. Y que si ser amargada es no poder sonreír cuando veo cómo unos se enriquecen y otros mueren de hambre mientras el resto calla, pues también lo soy. Tengo mil defectos, pero hipócrita no soy.

¿Cómo te ha pesado ser judía en una comunidad con personas cuestionadas por sus actos, comportamientos y fortunas?
A mí nunca me ha pesado ser judía. Y lo que digo les ha pesado más a los cuestionados que a mí. Lo que está mal está mal siempre, no importa de quién se trate. He cuestionado amigos y familiares y, en consecuencia, mi círculo social y familiar se ha visto reducido, pero duermo en paz y con la consciencia tranquila porque tengo claro que el culpable es el que hace mal, no el que se atreve a decir lo que está mal. Prefiero estar rodeada de pocos con los que me siento cómoda, que de muchos con los que no comparto valores.

¿Alguna vez han tratado de silenciarte? De ser así, ¿cómo lo has manejado?
He sido demandada, he recibido amenazas de muerte y a cada rato hay llamadas que presionan y campañas difamatorias de temas personales, porque ¿qué más le vas a inventar a quien no es corrupto, narco o ladrón en este país? ¿Me ha dado miedo? Sí, pero si paro a pensar en eso me paralizo, y como eso es lo que buscan, de eso no tendrán.

¿Cómo haces para no saturarte con tanta información?
Es mi mayor reto, porque no tengo un equipo de trabajo periodístico: lo hago sola. A veces, es mucha información a la vez, y no puedo ser selectiva. Debo leer y analizar todo, y luego hablar con fuentes. O quizá no tendría que abarcar todo lo que pasa, pero así me lo exijo a mí misma. Así que el reto más allá de no saturarme, es cómo lograr esa descompresión. Cuando tengo tiempo lo logro cocinando, tomando fotos o pintando.

¿Cómo haces cuando te encuentras en la calle a uno de los políticos de los que hablas?
Los miro duro y si me saludan saludo, pero como ya les dije lo que les tenía que decir, no entro en ningún dime que te diré.

¿Te reclaman?
Muy poco, y cuando lo hacen y tienen la razón, corrijo en el mismo espacio que me equivoqué. Pero la gran mayoría o me dice “no me des tan duro” o me dice que le gusta lo que hago. Claro, cuando no hablo de ellos… Para mí lo importante no es que les guste o no lo que yo hago, sino que en el fondo, y aunque digan lo contrario, saben que soy igual con todos.

Hablando de silencio, ¿tienes algún plan con el movimiento Rompamos el Silencio sobre la prevención del suicidio ahora que la pandemia por el coronavirus claramente está agravando la salud mental de muchas personas?
Hemos organizado más de 15 paneles, los últimos dos virtuales. En uno sobrepasamos la capacidad máxima de la plataforma y el otro lo transmitimos simultáneamente por televisión. Planes hay tantos como la necesidad de seguir rompiendo el silencio. Hacer más paneles, imprimir la cuarta edición del libro Rompamos el Silencio para que la información le llegue a más gente, lograr que pasen la ley de prevención de riesgo suicida y de salud mental en la Asamblea, lograr que se mantenga una de las tantas líneas que han habilitado para la pandemia, lograr que las entidades apliquen los protocolos de rescate, que los hospitales le den un trato digno a los pacientes, que los hospitales privados dejen de cerrarle sus puertas a las personas con enfermedades mentales y que los medios de comunicación aprendan a informar adecuadamente estas noticias.

¿Hay alguna razón específica que despertó tu interés por el tema del suicidio? 
No tengo una historia personal, mía, con el tema. Quise aprovechar la exposición que me da mi trabajo para ayudar a prevenir y crear consciencia de una situación dura, preocupante y que todos tenemos cerca de alguna manera u otra.

¿Piensas que evitar sentirse culpable es el principal motivo por el cual los familiares con personas de tendencia suicida tienen a ignorar el problema o simplemente es falta de educación sobre el tema? 
Falta mucho conocimiento de los factores de riesgo. Además, es una información tan dolorosa que la mente se protege y no deja verla. Se usan, en vez, mecanismos de defensa de negación, como “no, eso no va a pasar”. La mayoría de la veces la culpa viene después y quedan muchas preguntas. 

¿Qué te quitó la pandemia?
Los cafés –de lo poco que extraño–, los gastos innecesarios y todo lo que no tenía que estar.

¿Qué te regaló la pandemia?
La oportunidad de recordar lo afortunada que soy, de empatizar, de ayudar, de ver lo poco que necesito fuera de mi casa, de resetear mis prioridades y de ver a la gente sacar sus verdaderos colores. Puras oportunidades.

En Panamá, la mala distribución de la riqueza ha quedado en evidencia, pues las consecuencias más graves de la epidemia se observan en los segmentos más pobres. ¿Cómo debe el panameño comenzar a responsabilizarse por sus acciones y exigir más de sus gobernantes?
Entendiendo la gravedad de lo que estamos viviendo y atreviéndonos a alzar la voz. Aquí, ni opinamos ni respaldamos al que se atreve a opinar. Por eso nos va como nos va: por las opiniones grises y selectivas y porque no hay tema en el que seamos consistentes por más de dos días. A eso apuestan los gobernantes: al olvido. Y siempre ganan. Porque saben que no habrá sanción, ni judicial ni social. Los ven en un restaurante y se paran a saludarlos como si fueran grandes señores… Si uno va a guardar silencio, al menos habría que mirarlos duro para incomodarlos.

El escenario político lleva años enlodándose, pero este gobierno ha llevado tanto a la clase baja como a la clase media-alta a salir a las calles a protestar contra la corrupción y la falta de transparencia, ¿crees que estamos a tiempo de hacer algo para cambiar el rumbo que lleva Panamá?
Solo si dejamos de ser inconsistentes y selectivos.

¿Cuál sería el mejor escenario para Panamá? ¿Cuál sería el peor escenario para Panamá?
Para el peor, ya se abrió el telón. La mesa está servida. El mejor sería que las riquezas de Panamá se invirtieran en Panamá y dejaran de quedar en los bolsillos indebidos.

Nos quejamos de la situación nacional, pero pareciera que, mundialmente, son muchos los países en crisis social y económica. ¿Es la corrupción una pandemia también?
Peor que el coronavirus. Y sí, son muchos los países en crisis social y económica, pero no en todos reinan la impunidad y el descaro. Eso hace toda la diferencia.

¿Qué diferencia la corrupción en Panamá de la de otros países?
El descaro, primero. La proporción de las coimas, segundo. En otros lados se roban el 10%. Aquí se roban el 2000%. Y aquí construyen para robar. Aunque no se necesite la obra. La ambición los descara.

Una figura pública a quien sueñes con entrevistar y por qué.
Me hubiera gustado entrevistar a Noriega, pero me quisieron condicionar los temas y yo ni permito eso ni mando las preguntas por adelantado. También me hubiera gustado entrevistar a Popeye, el sicario de Pablo Escobar, por su desparpajada sangre fría. Y me gustaría entrevistar a Vernon Ramos o a Rosario Turner, para que cuenten qué pasó.

¿Alguien con quien preferirías no tratar? ¿Por qué?
Con los corruptos. Por corruptos.

¿Qué te da miedo?
El miedo.

¿Qué te da felicidad?
La sonrisa de mi hija, disfrutar a los que quiero, una cena rica, un café en buena compañía y adelgazar, ja, ja.

¿En qué se parecen todos los políticos?
En que todos ven bien lo que antes veían mal.

¿Consideras que el periodismo es imparcial en Panamá? De lo contrario ¿hacia dónde crees que se inclina? ¿Empresas, izquierda, derecha?
Hay periodistas imparciales, como los hay vendidos y mercaderes de la información. Como en todas las profesiones, hay buenos y malos. Aquí no hay izquierda y derecha, aquí hay intereses.

¿Cumplen los periodistas con su labor de orientar?
Algunos sí. Lo que pasa es que para orientar habría que entender y leer…

¿Cómo calificas el periodismo investigativo en Panamá? Explica tu respuesta.
Sin el periodismo investigativo no nos enteraríamos del 95% de lo que pasa. Que debiera haber más voces que cuestionan, sí, pero lo que hay debemos apreciarlo y protegerlo a toda costa de los corruptos que quieren silenciarlos.

¿Has pensado entrar en política?
Negativo. Para eso hay o que ser corrupto o saber tragar sapos y callar ante lo que uno sabe que es incorrecto, y eso a mí no me gusta.

¿Qué consejo les das a los jóvenes que están formándose para crear un Panamá más transparente, maduro, responsable y equitativo?
Que tengan claro que no es nada fácil, que lean, que investiguen no importa de quién se trate y que cuestionen sin que les tiemble la voz. El mal va ganando pero no por eso hay que rendirse.

¿Cómo separas a la periodista de la persona normal? 
No la separo. Somos la misma persona. Pensamos y actuamos igual. Solo que la persona pone a la periodista en break por ratos. 

La gente decente no quiere entrar en política porque se asocia con corrupción; este prejuicio debe cambiar, si nadie o muy pocos se atreven a dar el paso, Panamá estará condenado a continuar en el círculo del clientelismo político, la corrupción y mediocridad. ¿No crees que tu labor como periodista debe alentar a los jóvenes por ese cambio?
No. Creo que mi labor como periodista debe ser informar, con el objetivo de que las personas, entendiendo lo que pasa, decidan dar el paso. Pero ese paso no necesariamente tiene que ser incursionar en política. También puede ser mediante el ejercicio de la ciudadanía responsable.